Testimonio de María José
María José comenzó su voluntariado con nosotros poco antes del confinamiento. Tras la primera visita que hizo a Ana, el contacto no tuvo más remedio que tornarse a telefónico. Pasados ya dos años difíciles de inquietud e incertidumbre, pero de llamadas cálidas y amables todas las semanas, ambas ya se consideran como amigas. Poco a poco, ya están retomando las visitas presenciales.
María José nos cuenta su testimonio, con el que, seguramente, muchos de vosotros y vosotras os sintáis identificados.
“Soy María José López Miranda, granadina residente en Madrid. Soy hija única y viajo con mucha frecuencia a Granada, para visitar a mi gran tesoro: mi madre, pues mi padre nos dejó hace cuatro años y, desde entonces, el vínculo y unión con ella se ha convertido en el motor y sentido de mi vida.
Estoy casada y no tengo hijos por el momento; soy abogada y pese al muchísimo tiempo que dedico a mi actividad laboral, siempre he tenido inquietudes personales, especialmente ganas de ayudar a los demás; lo he vivido desde pequeña en casa y entiendo, de corazón, que es la mejor manera de poder ser la mejor persona que uno desee o sea capaz de ser.
Decidí ser voluntaria en la Fundación Alicia y Guillermo por el afecto que siento por las personas mayores, dado que me crié, durante veinte años, con mi abuela materna. Siempre he sentido un gran cariño, ternura y ganas de ayudarles, ya que día a día nos dan las mejores lecciones de nuestra vida.
Tengo la gran suerte de conocer a mi amiga Ana desde hace dos años; hablo con ella todas las semanas, en especial los fines de semana. Fui a verla por primera vez poco antes del estado de alarma, hacia el segundo semestre de 2019 o a principios de 2020.
Ana es para mí un maravilloso ejemplo de valentía, superación, amabilidad, paciencia, serenidad, dulzura y cariño. Me hace reflexionar sobre la importancia de aceptar las dificultades de la vida como vienen, siempre con buen talante, resignación y ganas de vivir. Nunca tiene una mala palabra, una queja, una frase pesimista. Es una luchadora nata y, pese a los muchos dolores que tiene, que le impiden salir de casa, así como ciertas complicaciones familiares, es una mujer admirable, con 90 preciosos años. No dedico el tiempo que me gustaría a cuidar y visitar a Ana, pues viajo cada dos semanas a Granada, y en Madrid cuido de mi otro tesoro: Nicolás, mi tío paterno, soltero, mayorcito y quien también vive solo.
Me queda un largo camino por mejorar y aprender de ellos y, pese a mi poco tiempo libre, me esfuerzo lo que puedo por tratar de ayudarles, a la vez que ellos también me ayudan a mí, día tras día, a luchar por vivir y por ser mejor persona.”
Un afectuoso saludo
María josé López Miranda